Facebook vende lo que sabe de tí
Desde el punto de vista moral, todo es discutible. ¿Tiene derecho Facebook a conseguir datos sobre mí sin mi autorización, a almacenarlos y a venderlos a terceros? La respuesta es clara: con la ley (LOPD) en la mano sí. La ley sólo te protege los datos que le da a la empresa porque los necesita para ofrecer su servicio. Esa ley evita que esos datos puedan ser utilizados para cualquier otra cosa. Pero nada dice de los datos que esa empresa pueda ser capaz de recabar de una persona o de poner en relación con ella a través de su actividad o de la actividad de terceros en su sitio web.
Según la LOPD, todos los datos que le has dado a Facebook tienen que ser accesibles para tí y tienes el derecho de rectificación y de solicitar a la red social que no use e incluso que borre esos datos. Haciendo click en este enlace, tienes acceso a todos los datos que has proporcionado a Facebook.
Tenes derecho de consulta, modificación, rectificación y borrado de cualquiera de esos datos; pero es imposible evitar que la red acumule cada vez más y más datos sobre ti.
En la página en la que Facebook explica cómo funcionan sus anuncios ya dice que si misión es segmentar audiencias de la manera más específica posible. No sólo tiene en cuenta las páginas que nos gustan o las aficiones que tenemos, con quien compartimos cosas y con qué tipo de publicación interactuamos. También desde dónde y desde qué tipo de dispositivo nos conectamos; incluso comprando información a terceros (sistemas wifi o telecomunicaciones, sobre todo), con el objetivo de ofrecérselos a las empresas para orientar sus anuncios a segmentos concretos:
- Lugar: de dónde somos, dónde estamos, dónde trabajamos o desde dónde nos conectamos
- Datos demográficos: edad, sexo, estado civil, fecha relevantes: boda, aniversario, cumpleaños nuestros o de nuestros familiares…
- Aficiones e intereses: actividades, formación, eventos en los que participamos en diferentes facetas
- Comportamiento: Si vemos vídeos, escuchamos música, compramos o vendemos por internet
Facebook es capaz de saber cual es (más o menos) la fecha de mi cumpleaños, por lo menos acierta en el mes. También sabe con quien estoy “liado”… muchas veces mejor que mi mujer o que yo mismo.
Mucho hablamos de la “burbuja de filtros” que nos construimos con nuestras acciones en la red social. Cada vez es más difícil encontrar algo que “no te guste” en tu timeline. Y eso, los anunciantes, también lo tienen en cuenta. Se usa la segmentación para no desentonar. Acertar con la persona a la que le sale el anuncio implica acertar, también, con el anuncio que quiere ver.
Desde el punto del usuario tampoco es malo que los anuncios que aparecen en su timeline sean relevantes para él (o ella). Tampoco es malo que no desentonen entre las novedades que ofrece la red de manera absolutamente personalizada; que pueden hacer que un usuario tenga una experiencia totalmente distinta a otro.
Lo que no se percibe es que el timeline de un adolescente sea absolutamente distinto del de un jubilado (por ejemplo); eso es algo que estará por llegar. Incluso el timeline de un profesional podría llegar a cambiar a lo largo del año (vacaciones), de la semana (sábado, sabadete…) o del día. Pesan siempre mucho más los “memes” y las fotos de la familia que las actualizaciones de las páginas como esta; aunque te escriba aquí la fórmula para convertir el carbón en diamantes.
¿Por qué? Pues porque esto desentonaría en el timeline de casi cualquiera.
Señores: se acabó la viralidad espontánea… esto ya sólo es pagando. Pero no pagar por pagar porque es barato. Pagar por salir ante audiencias específicas con contenidos que no desentonen en los timeline de las personas que respondan a la segmentación de esa audiencia. Llega el momento de volver a lo anterior: conocer al cliente, sus preocupaciones, sus motivaciones, sus problemas, cómo los resuelve y si pagaría (lo suficiente) por que se los resuelvan o a cambio de las herramientas necesarias para resolverlos él de otra manera.