El SEO ha muerto… ¡viva el SEO!
El pagerank es la semilla de Google. De hecho, lleva el nombre de su fundador: Larry Page (aunque le vino muy bien apellidarse así… lo reconozco).
Transporta al mundo digital lo que se puede considerar el sistema de referencias universitario: el índice de citas (citation index). Según este criterio, una publicación universitaria (científica o no) es tanto más “relevante” cuantos más autores externos que trabajen en el mismo campo la citen en sus bibliografías.
Esta “citación” es la base misma de Internet: el hipervínculo. Esa especial manera de incluir información enriquecida en cada página web saltando a otras páginas web externas.
Con una idea tan simple y aparentemente poco original, se pudo “alejar” la relevancia de las maniobras que los webmaster podían ejecutar para confundir al robot:
- Spam de palabras clave
- Mentiras en los metadatos
- Mensajes ocultos que el buscador encontraba y los usuarios no podían ver
- Modificaciones en el HTML para estructurar la página de web de una manera que potenciara la relevancia que le podría otorgar el bot
PageRank es el nombre del primer algoritmo que formularon Larry Page y Sergey Brin para BackRub… el papá de Google; y era la primera vez que se consideraban factores externos a la propia página para calcular su relevancia.
Y esto fue lo que inauguró la nueva gallina de los huevos de oro del internet post-estampido puntocom: el SEO.
El SEO se basa en una serie de técnicas con el objetivo de dotar a una publicación de una relevancia que, en realidad, no tiene. El valor económico de los sitios web con pagerank alto y las maniobras para lograr enlaces entrantes a una determinada página desde las páginas de esos sitios “de referencia” construyeron un mundo cuya única aspiración, a día de hoy, es retroalimentarse a sí mismo.
En realidad, el pagerank logró que desde 1999 hasta 2016 la relevancia se midiera por el único criterio posible: lo social. Pero los últimos 6 o 7 años han creado un “social” más próximo al amarillismo y al sensacionalismo que obliga a Google a rebajar posiciones a este criterio en sus algoritmos.
¿Cuales son las alternativas?
Pues para Google están en la web semántica. Sus investigadores trabajan en la manera de “saber” qué es lo que realmente se dice en cada página de cada web. Captar el sentido, la intención; ser capaces de entender la ironía o la contradicción.
Por otro lado, no todo está en la web; evidentemente. Hay relevancia en el mundo “analógico” que sólo podrá utilizarse en el algoritmo de Google si se traslada de alguna manera al mundo digital. De ahí el empeño que tienen por digitalizar absolutamente todo: fotografías, momentos, imágenes, audiovisuales…