Cuando el color vale más que la silla
La idea que viene a la cabeza es que, una vez “acabada” la obra de un local, llega el momento de amueblarlo. De decorarlo. Hay que elegir. Elegir las estanterías, las mesas, las sillas, los expositores, los colores de las paredes, las lámparas, la potencia de las bombillas, la posición de los letreros, su color y el tipo de letra.
Partimos del supuesto de que, dentro de un catálogo de mobiliario comercial, los colores no suponen aumento del precio. Al menos, no lo suponen como la elección del material o del tipo de soporte.
¿Qué criterios aplicamos para utilizar un color u otro? ¿Cómo valoramos ese color?
Escoger ese tipo de factor en términos de “me gusta” o “no me gusta” puede servir para acertar por casualidad o por instinto; que no suele ser lo normal.
Escoger todos los factores en términos de “¿Qué le aporta ese color a mi negocio?” es algo que tiene un valor incalculable… o no. A lo mejor sí se puede calcular.
Lo cierto es que esa aportación, si funciona, es un valor contínuo; es decir, está “aportando” constantemente durante toda la vida útil del mueble. Por eso, por muy bajo que sea el “valor” que supuestamente aporte, su “aportación total” es inmensa. Muchas veces, bastante por encima del coste del mueble.
Los colores aportan cosas al “ambiente”; lo que tiene sus consecuencias en la experiencia de los clientes al interactuar con nuestros productos o con nosotros cuando les explicamos qué son y qué les van a aportar nuestros servicios.
Tenemos que intentar ser extremadamente objetivos con la definición de ese “ambiente”. La persona y el “ambiente” es todo uno: una especie de concepto de habitar.
El público objetivo se puede caracterizar por una serie de factores más o menos fijos. Existe un factor cultural, un factor social o socioeconómico o un factor puramente demográfico: si nos dirigimos a ciertas edades o ciertas tendencias.
De manera consciente o inconsciente, las personas aprenden a identificar un ambiente como “suyo” por pertenecer a un cierto grupo. Pero las características definitorias de un ambiente u otro cambian con cada grupo. Incluso varían con cada persona.
No hay una fórmula académica de “aprendizaje ambiental”; sin embargo, ciertos grupos culturales y sociales tienden más hacia las formas puras y los colores neutros, normalmente claros; mientras otros grupos “definidos” lo hacen más hacia las formas abigarradas y los colores chillones y destacados.
Conocer cierto número de locales de ese tipo de ambiente e intentar sacar de ellos lo común desde el punto de vista de “¿cuáles son las características que el público usa para hacer “suyo” este ambiente?”; es básico para poder ponerlas en práctica en el tuyo propio.