Escalabilidad vs negocio local: ¿Contrapuestos?
Podeis seguir los interesantísimos debates que se han planteado en estas entradas del blog de Enrique Dans: Sobre los actores en el transporte urbano y Uber y la importancia de entender los cambios de escala.
En ellos se plantean los puntos fuertes del debate desde el posicionamiento tecnológico. Seguro que pretendía que ese debate fuera por derroteros distintos a los que ha ido. De entrada, decir que a mí también me hubiera gustado. Pero por razones obvias (los garbanzos de alguna gente) no ha podido ser.
El maestro propone que el concepto de escalabilidad hace irrelevantes los intentos “locales” en cuanto a penetración del mercado. Sólo las empresas que operen a escala global y con mentalidad global serán capaces de seguir el ritmo de evolución constante y de inversión en nuevas investigaciones que den como resultado nuevas soluciones; que, a su vez, creen nuevas vías de negocio que expandan el negocio.
En esencia, se trata de que nadie puede amortizar los cientos de miles de dólares que puede costar crear y lanzar al mercado una aplicación (la que sea y para lo que sea) si no tiene muy claro que el volumen de su uso haga que el coste de establecer “un servicio más” sea absolutamente irrelevante.
Ese coste “0” en el servicio es lo que hace “escalable” un producto de “economía de escala”.
Contra ese coste “0” el negocio local no puede competir porque la necesidad de amortizar los costes de inversiones, aunque sean mucho menores, sobre el precio del producto ahoga los márgenes y destruye el negocio.
Pero el negocio local no se va a quedar quieto y utiliza todas las armas que tiene a su disposición… que no son otras que la miríada de reglamentos y normativas que, en principio, están para que las cumplan todos: escalables y autónomos.
En eso, quien más tiene que perder son los negocios que, además de ser de “economía de escala” tiran por el lado de la “economía colaborativa”.
¿Qué es la economía colaborativa?
Seguro que hay millones de posts que explican esto mucho mejor que yo… pero sólo este da mi sincera opinión: la economía colaborativa es una manera de generar valor para los recursos que ya existen, proporcionando un método para ponerlos en el mercado.
Pero el mensaje neo-hippy de Airbnb de “comparto mi casa con los viajeros del mundo” o el de ÜberPoP de “pongo mi coche y a mí como conductor para llevar y traer a quien lo necesite” choca de frente con la necesidad de estar en disposición de las licencias administrativas que garanticen la “calidad” o la “seguridad” de los “consumidores” de esas “ofertas económicas”. Todas estas comillas pueden ser más o menos discutibles… pero lo que no admite discusión es que esas licencias son obligatorias y son para todos; independientemente de que el servicio se ofrezca a través de una app o de los anuncios por palabras de la hoja parroquial.
Las legislaciones no han avanzado al ritmo que requería la situación; y aunque se reclame una mayor libertad de mercado o una mejora en la competencia, está claro que esto solo podrá venir de una reglamentación nueva que, como la que tenemos, sea la misma para todos.
En la economía colaborativa tenemos varios sectores:
- La compraventa o alquiler de material usado o de segunda mano; entre particulares o a través de empresas
- La oferta de intercambio de servicios de todo tipo entre particulares o entre empresas
Todo ello está regulado por los mismos criterios fiscales, administrativos, de permisos y de licencias; que cualquier otra transacción realizada con contraprestación económica… es decir: si yo le hago la web a mi gestor y el me hace un descuento en el trimestre, ambas operaciones tiene que tener IVA. ¿Cómo? Pues no lo sé. Se lo pregunté a un amigo que inspector de Hacienda y sólo recibí una carcajada como respuesta.
Después lo noté más meditabundo… no sé si por lo que le había preguntado o por el segundo gol del Levante a su Atleti de “toda la vida”.
Otro ejemplo, cualquier trasacción de cualquier objeto (sea o no de segunda mano) obliga al vendedor (particular) a declarar el beneficio en su IRPF (si lo hay) y al comprador (particular) a declarar su adquisición a través del Impuesto de Transmisiones. Y me direis… en 2ª mano “nunca” hay beneficio; pero… ¿y esos “bolis bic a 100€ (regalo entrada para el Madrid)”?
¿A alguien se le ha ocurrido organizar un concierto de los Rolling en su casa? El que quiera que venga y pagamos el “caché” a “escote”… Uber no “inventó” los taxis pirata. Airbnb no “inventó” los alquileres pirata. Megaupload o The Pirate Bay no “inventaron” la piratería como Roja Directa no “inventó” el fútbol. Simplemente ponen esos servicios al alcance de (casi) cualquiera y generan un beneficio económico con ello. Ese “hecerse rico” con esto parece que algún tipo de responsabilidad impone. La misma para el Madrid Arena y el chaval que organizó el concierto de los Stones.
¿Escalable? Sí… ¿Global? Sí… pero cumpliendo todos los requisitos legales que se tienen que cumplir en cualquier (y en cada) lugar del mundo.
¿Si me imagino a Travis Kalanick, Guebia, Chesky o Blecharczyk chapando en modo “aceleradora” las 17 normativas autonómicas y las ordenanzas municipales de las 50 capitales de provincia españolas? Pues la verdad… no.
Pero aún así, se les puede exigir una estrategia de penetración que no sea la del elefante en la cacharrería. Porque sus fallos los pagará el sector en los próximos años. Si en Francia, España o Alemania esto redunda en una legislación restrictiva y proteccionista (en modo anticompetencia); los que pagaremos los platos rotos seremos los demás. Blecharczyk & Cía. ya son ricos para sí y para todos sus amigos.