Puigdemont: redes y brindis con vodka
Hace unos cuatro años (2013… buf, ¡qué lejos queda!) me llamaron de una tienda marca de muebles de A coruña para proponer cosas para aumentar el “engagement” de sus redes sociales.
Recuerdo que les propuse varias posibilidades. Me acuerdo de una que era buscar la colaboración de un grupo de microteatro (La Tuerka 27 de Daniel Currás), cerrada ya pero cuya experiencia continúa con La Tuerka Films; para que improvisasen o produjesen espectáculos de microrrelato utilizando la exposición de muebles como escenario. Una especie de “off-shore” de su actividad en el antiguo puticlub de Doctor Fleming.
Recuerdo la cara de extrañeza del propietario gerente de aquella tienda marca de muebles. Al verla, glosé sobre la coincidencia de públicos de la tienda marca y los espectáculos de microrrelato, la especial actividad en facebook de ese perfil de público y las posibilidades reales de que ese público compartiera las fotos y los vídeos grabados durante la representación; el bajo coste que supondría (creo que Daniel se hubiese prestado a un coste bajo por probar el formato), la profesionalidad del equipo técnico y varios argumentos a mayores que se me fueron ocurriendo sobre la marcha.
Al respecto, el propietario gerente me vino a decir que él no quería eso… que lo que buscaba era, cuando llegase un mueble a la exposición, poder sacarle una foto, subir esa foto a facebook (o a instagram… que entonces eran cosas distintas) y que, con un abracadabra de esos que hacen los ingenieros informáticos, entrase la gente por la puerta a comprarlo.
No sé si lo hizo o no… supongo que al final encontró quien le vendiera lo otro porque a mí no me volvió a llamar. Tampoco recibí foto alguna; ni por instagram ni por facebook (pese a que podría ser un cliente suyo por perfil y edad).
Y sí… existe y se puede conseguir
A lo que se refería este propietario gerente con “abracadabra” es eso que llaman ahora “bots”; una especie de trampa inventada por los rusos o los venezolanos (los rojos… en general) y que se usa para provocar brexits, hacer presidentes a los Trumps o secesionar Cataluñas a lo largo y ancho del mundo para mayor gloria del Putin de turno. Pero… ¿qué hay de verdad detrás?
Cualquier búsqueda en Google del tipo “comprar fans en facebook” ofrece millones de resultados con ofertas para todos los gustos. Las tienes caras y baratas. Sospechosamente caras y sospechosamente baratas. Nadie te dice en qué se diferencian unas de otras. 1000 fans españoles para tu página de facebook pueden variar entre los 49 y los 385€.
Que nadie dude que tales fans interactúan: tienen amigos, le dan al like e incluso comparten publicaciones. No son fans reales. Son robots. Programas informáticos desarrollados para escudriñar una red social en busca de contenidos en un nicho de mercado concreto y en un entorno concreto: país, estado, región con su propio idioma e idiosincrasia; entender los contenidos que más gustan a la gente, compartirlos, “likearlos” y usar eso para ofrecerse como “amigo” a los demás (robots o humanos).
Que nadie dude de que su interacción puede dar impulso “viral” a una publicación que coincida con sus intereses programados. Además, se ajustan como guantes a los “intereses” en los que el algoritmo de la red divide a los usuarios.
Que nadie dude tampoco sobre la guerra sin cuartel que los técnicos de la red mantienen contra esos “bots”: el “algoritmo” contra los “bots”… ¿suena? Aún no tenemos peli pero ya tenemos título.
Bien… ¿y por qué los rusos?
Pues porque lo dicho implica que para los bots, el estar alojados en un servidor ruso (o venezonalo, norcoreano, chino o cubano) es una ventaja muy importante. Tras las barreras de acceso a la red se esconden negocios milmillonarios. Los verdaderos unicornios trabajan en el lado oscuro. Por eso no los vemos.