Innovar sobre el papel
Al principio siempre se trata de convertir una buena idea en una ‘propuesta de valor’.
Lo segundo será adaptar esa propuesta de valor a las necesidades (o requerimientos) de los usuarios.
El objetivo es convertir a un número suficiente de usuarios en potenciales clientes. Suficiente para que el precio no sea barrera. recordemos siempre: comerciar es intercambiar productos o servicios por otros de IGUAL valor.
En el mundo de la pequeña (micro) empresa, ese camino no es recto ni sencillo. Tiene curvas, y muchas. Podríamos decir que toma un aspecto de ensayo – error – modificación… y así sucesivamente.
Tan importante es conocer el destino de ese camino como ser capaces de reconocer esos errores en el mismo momento en que se producen y tener capacidad para improvisar soluciones.
¿Que nos estamos alejando del Plan de Empresa? Bueno… para eso es, precisamente, el Plan de Empresa: para tener una referencia de cuánto nos alejamos del camino prediseñado, hacia dónde y por qué; y tener recursos para poder replantearse los cálculos hechos a priori una y mil veces.
Aquí es en donde juega un papel importante la ‘visión’.
Hay miles de manuales del tipo ‘hacer un apple para dummies’ que explican muy bien lo que es la ‘visión’. Yo quiero alertar al personal: una cosa es la ‘visión’ y otra la ‘epifanía’. La visión no nos obliga a peregrinar a La Meca; eso lo hace la fe.
Que el emprendedor tiene que tener un conjunto de objetivos que guíen (o le permitan guiar a los diferentes grupos encargados de) cada una de las tareas incluidas en aquel Plan de Empresa (en el estado de abandono que este se encuentre en cada momento) es sumamente importante.
Esa visión (que ahora se llama ‘de conjunto’) tiene que verse complementada con un punto de vista que permita también las ‘visiones’ de los problemas y de sus posibles soluciones.
“Ver el bosque sin estrellarse con los árboles”.
En ese camino, el emprendedor debe contar con ayuda. Alguien tiene que aportar su visión de los problemas que provoca la personalidad jurídica elegida y de las posibles soluciones a adoptar sobre la marcha. Alguien tiene que ser capaz de prever los conflictos fiscales, los laborales. Alguien se encargará de pelearse con la necesidad de permisos y licencias; y de conseguir la documentación necesaria para justificar su concesión.
En ese camino, el creativo debe ayudar al emprendedor a adaptar la imagen de su entidad, de su propuesta de valor, de su producto; en todo momento, a los tipos de usuario más sensibles. La administración de la imagen debe ser global también: no llega con modificar el logo, hay que modificar la página de web, los paquetes, el material comercial, la interfaz de usuario, los newsletter… y cuando acabemos con todo esto (si es que acabamos) volveremos a empezar.
¿El primer diseño era malo?
Un Manual de Identidad Corporativa creado bajo los presupuestos de un Plan de Empresa tiene la misma validez que ese Plan de Empresa. El emprendedor se la juega con el equipo que va a crear los contenidos según se desprendan de ese manual, no con el equipo que lo redactó. Si las suposiciones del Plan cambian, la validez de la imagen prefigurada se pierde. La imagen evoluciona a la par que el emprendedor corrige sobre la marcha lo que había previsto.
Es algo que solemos advertir a nuestros clientes; la mayoría de ellos emprendedores en busca de la fórmula mágica que convierta buenas ideas en buenos productos. El método ensayo – error – modificación invalida una prefiguración formal apriori (o lo que quiera que sea lo que signifique esto).
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[…] queda otra que reinventarse sí… pero reinventarse no puede significar tirarse a la piscina a ver si consigo ser lo que no soy. Primero debemos probar con experimentos que han demostrado […]